Un día como hoy pero de 1963, nacía en Buenos Aires María Gabriela Epumer
Ella no es simplemente una guitarrista, sino una de las más importantes mujeres dentro del rock argentino. Su ternura y timidez chocan con la tremenda perseverancia que le da ser la tataranieta de un cacique Ranquel. Este es el encuentro con María, la hermosa cómplice de Charly.
Casi a las dos de la madrugada el caos reinaba tras el escenario del Estadio Nacional. Era definitivo: Charly García no tocaba. Un centenar de fans rodeaban las puertas del túnel donde estaba el músico argentino. De pronto, en medio del piño de gente, apareció una silueta chiquita con una guitarra en la espalda. Zigzagueando entre los enardecidos admiradores cruzaba inadvertida María Gabriela Epumer, la increíble guitarrista de la banda de García.
Sabía que no solo es una de las más importantes mujeres del rock argentino, sino que además es la tataranieta de un Cacique Ranquel, ex pareja de un político argentino, cómplice musical de Charly y dueña de unas manos que le sacan besos a la guitarra. Traté de acercarme, pero el tumulto me impidió llegar antes de que se metiera al camarín. A pesar del traspié, no todo estaba perdido: Mañana temprano intentaría ubicarla en el hotel.
-Hola, sabes que soy periodista y me gustaría hablar contigo para hacer una nota- dije por teléfono desde el diario.
-Mira, pero yo no voy a hablar de lo que pasó con Charly– me dijo de inmediato con voz de sueño.
-No, es para hablar de ti, de tus discos, de tu vida. ¿Estabas durmiendo? – digo, porque se hace un silencio.
-Estoy un poco dormida, pero ya desperté. Bueno, vente como a la una y charlamos.
A los nueve años María empezó a sacarle sonido a la guitarra. Tres años después hacía punteos y jugueteaba con una Gibson blanca que era de David Lebón. En las tardes se juntaba con Pedro Aznar y su hermano Lito Epumer, a recrear canciones de Stevie Wonder (de las antiguas, las buenas). A los 15 años hizo su primera grabación en un estudio, acompañando el debut solista de María Rosa Yorio, la ex esposa de Charly García, como dejando en claro que la vida es circular.
La entrevista es a la una y con el fotógrafo salimos diez minutos antes. Al taxista le pedimos que se vaya rápido y escucha nuestra conversación. Pregunta si vamos a ver a Charly García y reflexiona: “Oiga, ese gallo hace lo que quiere, se cree bin Laden”. Lo dejamos hablar lo que sea porque a la una en punto, con taco y todo, nos deja fuera del Hotel Pablo Neruda. Bingo, mientras entramos, la veo bajando por las escaleras como buscándonos. Unas señas y ya estamos sentados en un rinconcito para conversar.
-¿Cómo estas?, muy cansada.
-Sí. Imagínate que ayer nos levantamos antes de las seis de la mañana para venir a Chile a tocar y luego no pasa nada. Qué pena - dice con desconsuelo.
-¿Y qué pasó?
-Aún no sé bien lo que pasó.
-Deberías venir a tocar con tu grupo, a mostrar tu música. Acá no se han vendido tus discos- me refiero a “Señorita corazón” y “Perfume”, sus placas como solista.
-Lo que pasa es que mis discos son independientes y cuesta salir del país así. Lo bueno es que llegaron a España y allí estuve en una gira con Julieta Venegas y Aterciopelados.
-¿Por qué independiente?
-Porque tuve una mala experiencia con un sello. Te dicen: métele un estribillito aquí y allá, esta canción está muy triste y qué, yo estoy lejos del “Ricky Marketing”. ¡Cómo me van a decir cómo hacer mis canciones!.
María Gabriela es tímida. Anda con unos bototos negros y unos jeans desteñidos. Usa una polera escotada entre anaranjada y verde y su pelo negro, negro, negro, es coqueto dejando caer dos mechas sobre su rostro. Mientras conversa juega con los pies y las manos, le cuesta mirar a la cara cuando habla de ella; si lo hace de otra cosa se compenetra más, pareciera que le diera un poco de pudor relatar todo lo que ha conseguido o lo bien que le va con la música. Cuando más se suelta es al relatar que es descendiente directa de un Cacique y está orgullosa de que así sea. “Mi apellido Epumer es indígena y significa Dos Zorros. Es un gran honor para mí. Imagínate, llevo esa sangre y eso me gusta mucho”, dice mientras con el dedo señala las venas de su brazo opuesto.
De hecho, siempre participa en tocatas de ayuda para la población originaria y hace algún tiempo estuvo cuando se restituyeron los restos del hermano de su tatarabuelo, Mariano Rosas. “Nuestro bisabuelo, que quedó viviendo en Buenos Aires, era hijo de Epumer, el hermano de Mariano, que lo sucedió a su muerte”, me dice muy interesada. “Sabes, ellos viven en La Patagonia y están muy mal, pero muy mal. No tienen herramientas para salir adelante. Además, no hay una preocupación verdadera de las autoridades por ayudarlos. Los más jóvenes están emigrando a las ciudades más grandes para tener alguna expectativa”, cuenta con ansiedad.
El factor Charly GarcIa
María tocaba con un grupo llamado “Chicas”, que “permitía lucirse más. Hacíamos unos solos y marcábamos más presencia con el instrumento. Un día tocamos en Vélez y Charly nos vio. Después vino a los camarines a felicitar y contó que no tenía guitarrista y salía en gira. Mira, yo que soy introvertida, no sé de donde saqué personalidad y le dije ‘y llévame a mí’. Quedamos en nada y después me llamó. De ese momento que nunca más nos hemos separado”.
María no sólo toca en la banda de García, sino que también ha grabado con él todos los discos desde el magnífico la Hija de la Lágrima. Su llegada se nota desde el primer segundo de esa placa, cuando su guitarra estremece en “Víctima de soledad”.
-¿Por qué nunca la tocan en vivo?- le digo porque estábamos hablando de esa canción.
-No sé, es preciosa. Es que Charly tiene tantas canciones buenas.
-Dicen que tu eres como su soporte en las actuaciones en vivo, ¿es verdad?.
-No, para nada. Él sostiene su concierto en todo momento, nosotros nos apoyamos en él. Lo que pasa es que yo lo sigo y ya ni lo miro, porque hemos logrado entendernos muy bien es estos años.
-Y no te angustia la personalidad de Charly. Tú eres como prolija, introvertida.
-No, para nada. Yo lo acepto, lo quiero y lo reconozco como un genio. Es su forma de ser y cada uno tiene sus estilos. En el momento de subir a hacer música, él es lo más.
-Y te ayuda en tu carrera paralela, ¿por qué Charly es bien celoso?- le digo riéndome.
-Bueno, él es un poco celoso como artista, pero a mí siempre me ha apoyado mucho. Incluso grabó conmigo en Perfume y en vivo tocamos ese tema y No Te animas a despegar. De hecho, lo íbamos a tocar en el Estadio Nacional- dice tocándose con la palma de la mano la cabeza.
A María le encanta actuar con Charly. Le digo que acá se dice que hace tiempo que él no anda bien, no anda lúcido. Me dice de inmediato que la gente sólo recuerda lo malo, que han hecho discos increíbles y que la semana pasada llenaron el Coliseo en un concierto espectacular que deben repetir este sábado (ayer). En eso estoy de acuerdo. Estoy seguro que “La hija de la Lágrima” y “Say no More” en un tiempo más serán discos de culto, y ella se siente muy bien de haber participado en esos proyectos.
“Con Charly es un orgullo tocar y acompañarlo. Imagínate, salir en gira con él como Sui Generis, tocando esas canciones que cantábamos en el colegio. Además, grabar en ese disco nuevo que hicieron y que me encanta, es una experiencia inolvidable”, dice muy segura.
Todo es un solo… de guitarra
“María Gabriela Epumer está sentada en un plano inclinado del Velódromo. Tiene la cara pintada de plateado, una polvera que hace de computadora, lleva puesto un traje de extraterrestre, que es más ridículo que espacial. Le indico que coloque la polvera/computadora más cerca de su cara, al mismo tiempo que le hablo al camarógrafo y atiendo el celular, a la vez que me enojo con alguien del equipo porque el próximo actor (¿actor?) no está vestido. En medio de ese caos en que todo el mundo habla (si bien nadie grita), María Gabriela, sentadita en su posición, a punto de tener un calambre en la mano, dice: ‘Yo quería tocar la guitarra’ ”, relató Albertina Carri, la directora de la película No quiero volver a casa, en un artículo. Y claro, María siempre quiere tocar la guitarra.
Hay cosas que se llevan en la sangre y ella lo sabe bien. Desde chica “aprendí imitando a Lito, mi hermano, que es muy bueno, pero más de jazz”. Su abuelo, Juan Epumer, era el gran guitarrista de “la voz sentimental de Buenos Aires”, el tanguero Agustín Magaldi. Debe ser por esta veta que su madre la mandó a estudiar con el maestro de música clásica Jorge Chiricas y ya a los 18 años había formado “Rouge”, la primera banda femenina argentina, junto a Claudia Sinessi. Luego nacería el grupo Las Viudas e Hijas de Roque Enroll.
“Era un muy buen grupo. Todos nos subestimaban, pero eran ritmos difíciles de tocar. Nos divertíamos, ganábamos plata y poníamos nerviosos a algunos músicos que, por prejuiciosos, nos mandaban a lavar los platos”, dice. En ese tiempo temas como “Bikini de Lunares Amarillo”, “Lollipop” y “Hawaian”, llegaron a vender 200 mil copias.
En el 95 tocó con Robert Fripp –cerebro de King Crimson- y encabezó el proyecto Montecarlo Jazz Ensamble. Allí, más de cincuenta músicos argentinos de diferentes estilos grabaron dos volúmenes de un álbum con el mismo nombre a total beneficio de la Comunidad Aborigen Argentina. Pero eso es el pasado. María ahora está feliz. En 20 días más tendrá en sus manos un Maxi de dos canciones, como un adelanto del disco que sacará el próximo año.
Esto parece que la retrata de cuerpo entero. Se pone risueña y tierna, gesticula más y habla más rápido. Me deja en claro que este no es un proyecto comercial y que quedó como a ella le gusta. Que hará 2000 copias y que las canciones son con una guitarra acústica, pero en el todo es también un sonido electrónico.
Se ríe, no me quiere adelantar nada. Le saco que las canciones se llaman “despacio” y “día de amor”. Esto es lo que a ella le gusta: grabar, cantar y “para eso yo me lo pago. Trabajo en forma independiente”.
-Ahora dejé el disco en la imprenta y ya está a mediados de mes- dice alegre -Acá no va a llegar, seguro– le digo porque no tiene sello.
-Bueno, pero yo te lo envío. Dale, apúntame la dirección y estamos listos– dice mientras me anota sus correos y un celular de inmediato.
-Y las canciones son románticas. Digo por los nombres.
-Sí, son románticos– dice riéndose.
-¿Estas enamorada?
-Yo siempre estoy enamorada. O no salen canciones.
-¿Todavía eres pareja del político, cómo se llama… Lopérfido?
-No, ya no, ¿de dónde sacaste eso?.
-Lo leí hace un par de años cuando estaba en Argentina, en una Página 12, estabas de moda- le comento.
-Sí, hace un par de años. Se acabó hace rato, estás atrasado en el chisme. Fue una bonita experiencia de todas formas, pero éramos de mundos muy distintos...
Se ha hecho tarde. Se ríe mucho porque sabe que ahora vienen las fotos. Me dice como al oído “¿Y será necesario tanta foto?”. Luego dobla el papelito del intercambio de direcciones y se arregla el pelo. Camina decidida a hacerle frente a la cámara. Después del carnaval de flashes y clicks, vuelve a despedirse. Mientras sube la escalera del hotel recuerdo claramente la imagen del Unplugged de MTV de Charly García, cuando en “Cerca de la revolución” dice orgulloso, para millones de espectadores, antes de dar paso a un magistral solo de guitarra: “María”.
Casi a las dos de la madrugada el caos reinaba tras el escenario del Estadio Nacional. Era definitivo: Charly García no tocaba. Un centenar de fans rodeaban las puertas del túnel donde estaba el músico argentino. De pronto, en medio del piño de gente, apareció una silueta chiquita con una guitarra en la espalda. Zigzagueando entre los enardecidos admiradores cruzaba inadvertida María Gabriela Epumer, la increíble guitarrista de la banda de García.
Sabía que no solo es una de las más importantes mujeres del rock argentino, sino que además es la tataranieta de un Cacique Ranquel, ex pareja de un político argentino, cómplice musical de Charly y dueña de unas manos que le sacan besos a la guitarra. Traté de acercarme, pero el tumulto me impidió llegar antes de que se metiera al camarín. A pesar del traspié, no todo estaba perdido: Mañana temprano intentaría ubicarla en el hotel.
-Hola, sabes que soy periodista y me gustaría hablar contigo para hacer una nota- dije por teléfono desde el diario.
-Mira, pero yo no voy a hablar de lo que pasó con Charly– me dijo de inmediato con voz de sueño.
-No, es para hablar de ti, de tus discos, de tu vida. ¿Estabas durmiendo? – digo, porque se hace un silencio.
-Estoy un poco dormida, pero ya desperté. Bueno, vente como a la una y charlamos.
A los nueve años María empezó a sacarle sonido a la guitarra. Tres años después hacía punteos y jugueteaba con una Gibson blanca que era de David Lebón. En las tardes se juntaba con Pedro Aznar y su hermano Lito Epumer, a recrear canciones de Stevie Wonder (de las antiguas, las buenas). A los 15 años hizo su primera grabación en un estudio, acompañando el debut solista de María Rosa Yorio, la ex esposa de Charly García, como dejando en claro que la vida es circular.
La entrevista es a la una y con el fotógrafo salimos diez minutos antes. Al taxista le pedimos que se vaya rápido y escucha nuestra conversación. Pregunta si vamos a ver a Charly García y reflexiona: “Oiga, ese gallo hace lo que quiere, se cree bin Laden”. Lo dejamos hablar lo que sea porque a la una en punto, con taco y todo, nos deja fuera del Hotel Pablo Neruda. Bingo, mientras entramos, la veo bajando por las escaleras como buscándonos. Unas señas y ya estamos sentados en un rinconcito para conversar.
-¿Cómo estas?, muy cansada.
-Sí. Imagínate que ayer nos levantamos antes de las seis de la mañana para venir a Chile a tocar y luego no pasa nada. Qué pena - dice con desconsuelo.
-¿Y qué pasó?
-Aún no sé bien lo que pasó.
-Deberías venir a tocar con tu grupo, a mostrar tu música. Acá no se han vendido tus discos- me refiero a “Señorita corazón” y “Perfume”, sus placas como solista.
-Lo que pasa es que mis discos son independientes y cuesta salir del país así. Lo bueno es que llegaron a España y allí estuve en una gira con Julieta Venegas y Aterciopelados.
-¿Por qué independiente?
-Porque tuve una mala experiencia con un sello. Te dicen: métele un estribillito aquí y allá, esta canción está muy triste y qué, yo estoy lejos del “Ricky Marketing”. ¡Cómo me van a decir cómo hacer mis canciones!.
María Gabriela es tímida. Anda con unos bototos negros y unos jeans desteñidos. Usa una polera escotada entre anaranjada y verde y su pelo negro, negro, negro, es coqueto dejando caer dos mechas sobre su rostro. Mientras conversa juega con los pies y las manos, le cuesta mirar a la cara cuando habla de ella; si lo hace de otra cosa se compenetra más, pareciera que le diera un poco de pudor relatar todo lo que ha conseguido o lo bien que le va con la música. Cuando más se suelta es al relatar que es descendiente directa de un Cacique y está orgullosa de que así sea. “Mi apellido Epumer es indígena y significa Dos Zorros. Es un gran honor para mí. Imagínate, llevo esa sangre y eso me gusta mucho”, dice mientras con el dedo señala las venas de su brazo opuesto.
De hecho, siempre participa en tocatas de ayuda para la población originaria y hace algún tiempo estuvo cuando se restituyeron los restos del hermano de su tatarabuelo, Mariano Rosas. “Nuestro bisabuelo, que quedó viviendo en Buenos Aires, era hijo de Epumer, el hermano de Mariano, que lo sucedió a su muerte”, me dice muy interesada. “Sabes, ellos viven en La Patagonia y están muy mal, pero muy mal. No tienen herramientas para salir adelante. Además, no hay una preocupación verdadera de las autoridades por ayudarlos. Los más jóvenes están emigrando a las ciudades más grandes para tener alguna expectativa”, cuenta con ansiedad.
El factor Charly GarcIa
María tocaba con un grupo llamado “Chicas”, que “permitía lucirse más. Hacíamos unos solos y marcábamos más presencia con el instrumento. Un día tocamos en Vélez y Charly nos vio. Después vino a los camarines a felicitar y contó que no tenía guitarrista y salía en gira. Mira, yo que soy introvertida, no sé de donde saqué personalidad y le dije ‘y llévame a mí’. Quedamos en nada y después me llamó. De ese momento que nunca más nos hemos separado”.
María no sólo toca en la banda de García, sino que también ha grabado con él todos los discos desde el magnífico la Hija de la Lágrima. Su llegada se nota desde el primer segundo de esa placa, cuando su guitarra estremece en “Víctima de soledad”.
-¿Por qué nunca la tocan en vivo?- le digo porque estábamos hablando de esa canción.
-No sé, es preciosa. Es que Charly tiene tantas canciones buenas.
-Dicen que tu eres como su soporte en las actuaciones en vivo, ¿es verdad?.
-No, para nada. Él sostiene su concierto en todo momento, nosotros nos apoyamos en él. Lo que pasa es que yo lo sigo y ya ni lo miro, porque hemos logrado entendernos muy bien es estos años.
-Y no te angustia la personalidad de Charly. Tú eres como prolija, introvertida.
-No, para nada. Yo lo acepto, lo quiero y lo reconozco como un genio. Es su forma de ser y cada uno tiene sus estilos. En el momento de subir a hacer música, él es lo más.
-Y te ayuda en tu carrera paralela, ¿por qué Charly es bien celoso?- le digo riéndome.
-Bueno, él es un poco celoso como artista, pero a mí siempre me ha apoyado mucho. Incluso grabó conmigo en Perfume y en vivo tocamos ese tema y No Te animas a despegar. De hecho, lo íbamos a tocar en el Estadio Nacional- dice tocándose con la palma de la mano la cabeza.
A María le encanta actuar con Charly. Le digo que acá se dice que hace tiempo que él no anda bien, no anda lúcido. Me dice de inmediato que la gente sólo recuerda lo malo, que han hecho discos increíbles y que la semana pasada llenaron el Coliseo en un concierto espectacular que deben repetir este sábado (ayer). En eso estoy de acuerdo. Estoy seguro que “La hija de la Lágrima” y “Say no More” en un tiempo más serán discos de culto, y ella se siente muy bien de haber participado en esos proyectos.
“Con Charly es un orgullo tocar y acompañarlo. Imagínate, salir en gira con él como Sui Generis, tocando esas canciones que cantábamos en el colegio. Además, grabar en ese disco nuevo que hicieron y que me encanta, es una experiencia inolvidable”, dice muy segura.
Todo es un solo… de guitarra
“María Gabriela Epumer está sentada en un plano inclinado del Velódromo. Tiene la cara pintada de plateado, una polvera que hace de computadora, lleva puesto un traje de extraterrestre, que es más ridículo que espacial. Le indico que coloque la polvera/computadora más cerca de su cara, al mismo tiempo que le hablo al camarógrafo y atiendo el celular, a la vez que me enojo con alguien del equipo porque el próximo actor (¿actor?) no está vestido. En medio de ese caos en que todo el mundo habla (si bien nadie grita), María Gabriela, sentadita en su posición, a punto de tener un calambre en la mano, dice: ‘Yo quería tocar la guitarra’ ”, relató Albertina Carri, la directora de la película No quiero volver a casa, en un artículo. Y claro, María siempre quiere tocar la guitarra.
Hay cosas que se llevan en la sangre y ella lo sabe bien. Desde chica “aprendí imitando a Lito, mi hermano, que es muy bueno, pero más de jazz”. Su abuelo, Juan Epumer, era el gran guitarrista de “la voz sentimental de Buenos Aires”, el tanguero Agustín Magaldi. Debe ser por esta veta que su madre la mandó a estudiar con el maestro de música clásica Jorge Chiricas y ya a los 18 años había formado “Rouge”, la primera banda femenina argentina, junto a Claudia Sinessi. Luego nacería el grupo Las Viudas e Hijas de Roque Enroll.
“Era un muy buen grupo. Todos nos subestimaban, pero eran ritmos difíciles de tocar. Nos divertíamos, ganábamos plata y poníamos nerviosos a algunos músicos que, por prejuiciosos, nos mandaban a lavar los platos”, dice. En ese tiempo temas como “Bikini de Lunares Amarillo”, “Lollipop” y “Hawaian”, llegaron a vender 200 mil copias.
En el 95 tocó con Robert Fripp –cerebro de King Crimson- y encabezó el proyecto Montecarlo Jazz Ensamble. Allí, más de cincuenta músicos argentinos de diferentes estilos grabaron dos volúmenes de un álbum con el mismo nombre a total beneficio de la Comunidad Aborigen Argentina. Pero eso es el pasado. María ahora está feliz. En 20 días más tendrá en sus manos un Maxi de dos canciones, como un adelanto del disco que sacará el próximo año.
Esto parece que la retrata de cuerpo entero. Se pone risueña y tierna, gesticula más y habla más rápido. Me deja en claro que este no es un proyecto comercial y que quedó como a ella le gusta. Que hará 2000 copias y que las canciones son con una guitarra acústica, pero en el todo es también un sonido electrónico.
Se ríe, no me quiere adelantar nada. Le saco que las canciones se llaman “despacio” y “día de amor”. Esto es lo que a ella le gusta: grabar, cantar y “para eso yo me lo pago. Trabajo en forma independiente”.
-Ahora dejé el disco en la imprenta y ya está a mediados de mes- dice alegre -Acá no va a llegar, seguro– le digo porque no tiene sello.
-Bueno, pero yo te lo envío. Dale, apúntame la dirección y estamos listos– dice mientras me anota sus correos y un celular de inmediato.
-Y las canciones son románticas. Digo por los nombres.
-Sí, son románticos– dice riéndose.
-¿Estas enamorada?
-Yo siempre estoy enamorada. O no salen canciones.
-¿Todavía eres pareja del político, cómo se llama… Lopérfido?
-No, ya no, ¿de dónde sacaste eso?.
-Lo leí hace un par de años cuando estaba en Argentina, en una Página 12, estabas de moda- le comento.
-Sí, hace un par de años. Se acabó hace rato, estás atrasado en el chisme. Fue una bonita experiencia de todas formas, pero éramos de mundos muy distintos...
Se ha hecho tarde. Se ríe mucho porque sabe que ahora vienen las fotos. Me dice como al oído “¿Y será necesario tanta foto?”. Luego dobla el papelito del intercambio de direcciones y se arregla el pelo. Camina decidida a hacerle frente a la cámara. Después del carnaval de flashes y clicks, vuelve a despedirse. Mientras sube la escalera del hotel recuerdo claramente la imagen del Unplugged de MTV de Charly García, cuando en “Cerca de la revolución” dice orgulloso, para millones de espectadores, antes de dar paso a un magistral solo de guitarra: “María”.
me emociona mucho esto, muchas gracias por compartirlo, solo tengo 15 años y cada vez descubro mas cosas de ella apesar de qe no la alla podido conocer, simplemente gracias por compartilo. besos
ResponderEliminarque bueno ayelen que a esta edad te interesen cosas como estas, no se de que manera llegaste al blog, pero bienvenida a ni chicha, y espero que sigas en contacto!1
ResponderEliminarQué linda entrevista! A pesar de haber sido publicada hace mucho tiempo, no pierde vigencia por lo que dice, por lo que comunica, por lo que entrega. Polos opuestos se atraen, así dicen; pero no deja de ser particular la relación entre ella y Charly García. Una mujer de una belleza ruda, tosca, pero a la vez muy dulce y tímida. Saludos!
ResponderEliminarEstoy feliz y maravillado de haber leído esto en una fría noche de junio, sintiendo a la Epumer en todo su esplendor, de fondo suena el disco que hizo junto a Claudia Sinesi, "Maleta de Loca"
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